domingo, 24 de octubre de 2010

El hombre que creía que había muerto

El otro día salí con el cuento del Rey de los gatos, pensando que era el más raro que había leído nunca. Pero luego me acordé de otro que leí no se dónde y que está en pugna muy reñida con él. Se llama El hombre que creía que había muerto, y me parece una curiosa llamada contra la resignación:

Había una vez un hombre hipocondríaco. Vivía constantemente atemorizado por posibles enfermedades. Entre tantas ideas estrafalarias que le pasaban por la cabeza, un día se le ocurrió que podía haber muerto y no haberse dado cuenta. Fue, muy asustado, a decírselo a su mujer.
-         Cariño, creo que estoy muerto… ¿qué va a ser de ti ahora?
Su mujer, acostumbrada como estaba a sus desvaríos, se armó de paciencia para contestarle:
-         Mira, cielo, tócate las manos y los pies... ¿ves? Están templados. Si hubieras muerto, estarían fríos.
Satisfecho con esa explicación, el hombre olvidó aquel asunto.

Llegó el invierno y el hombre necesitó leña para la chimenea, así que se fue con su mula al monte a cortar algunos troncos. Cuando cogió el hacha se dio cuenta de que sus manos estaban frías, y le entró miedo.
-         Ahora sí… Esta es la definitiva… Estoy muerto… A ver, calma, calma, veamos los pies…
El hombre se sentó en la nieve, se quitó los zapatos y los calcetines y se tocó los pies. Estaban fríos.

Entonces supo que estaba muerto, y se dio cuenta de que cortar leña es una actividad muy poco apropiada para un muerto, así que se tumbó en la nieve y cruzó los brazos sobre el pecho ante la mirada asombrada de la mula.

Poco después llegó una jauría de lobos. Estaba siendo un invierno muy crudo, y tenían hambre. Empezaron a rondar a la mula, mirándola con avidez. El hombre, mientras tanto, pensaba “porque estoy muerto, que si no se iban a enterar de quién manda aquí… si no estuviera muerto ni se les ocurriría acercarse a mi mula…”.

Los lobos, viendo que nadie se lo impedía, se comieron a la mula. Todavía hambrientos, empezaron a caminar alrededor del hombre, sopesando si este era lo suficientemente apetitoso. El hombre, aún tumbado y quieto sobre la nieve, estaba indignado: “después de comerse a mi mula se atreven a acercarse a mí, será posible… si no estuviera muerto iban a ver, tienen suerte de que esté muerto y no pueda darles su merecido…”

Los lobos se acercaron y, viendo su inmovilidad… se lo comieron.

Desde mi punto de vista, este cuento viene a decirnos que, por muy mal que pensemos que nos van las cosas, o por muy difícil que nos parezca superar un problema, la resignación y la inmovilidad solo empeorarán la situación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario