domingo, 13 de febrero de 2011

Cuatro meses y una asignatura después…

Mañana empieza el segundo cuatrimestre, así que ya podemos dar por cerradas las asignaturas del primero. No solamente darlas por aprobadas o suspensas, sino también valorarlas.

En conjunto, puedo decir que la asignatura de Sistema Económico Mundial ha sido, cuanto menos, sorprendente. Puedo decir que el método es totalmente diferente al del resto de asignaturas que he tenido en los cuatro años que llevo en la Universidad, y ya llevo 28. Probablemente esto nos haya servido para comprobar que siempre hay maneras diferentes de hacer las cosas, y que muy pocas veces nos encontramos ante una sola posibilidad.

Para mí lo más importante del curso ha sido el trabajo de investigación, supongo que porque es a lo que hemos dedicado más horas, y más esfuerzo. He disfrutado mucho debatiendo con mis compañeros, pero esto no es nuevo para mí. Mi parte favorita de los trabajos es siempre la parte de debatir. El problema del trabajo de investigación ha sido la escalada de la presión. Las etapas finales del trabajo coincidieron con el inicio de la etapa de exámenes y con las entregas de las demás asignaturas, de manera que era muy difícil mantener el ritmo del trabajo del principio.

Esto no significa que perdiéramos el interés, o que nos faltara fuerza de voluntad, o que seamos sencillamente vagos. Desde mi punto de vista, el problema viene de la forma en que está organizada la Universidad, no de carencias personales de los estudiantes (es absurdo pensar que todos somos iguales, tanto en virtudes como en defectos). Todos los años estoy el primer mes de curso, o de cuatrimestre, sin hacer nada, porque nadie te adelanta los períodos de entrega, las líneas generales que han de seguir los trabajos o en qué va a consistir la evaluación de la asignatura.

A estas alturas del partido ya sabes lo que te espera: un buen día llegas a casa y te han caído encima 4 entregas de trabajo, la escritura de 3 ensayos, 5 lecturas y un proyecto de investigación. A entregar, todos, en dos semanas (es un efecto secundario de Bolonia: para ser un buen profesor lo que tienes que hacer es mandar un millón de trabajos con períodos de entrega lo más cortos posible, para que los estudiantes aprendamos… no sé, ¿a obedecer rápido?). Lo que quiero decir es que seguimos un ritmo muy irregular. Yo, personalmente, preferiría que las entregas estuvieran mejor repartidas.

Por lo demás, creo que si he sacado algo en claro de esta asignatura es una idea: todo está interrelacionado. No sé hasta qué punto conseguimos aplicar esta perspectiva en nuestro trabajo, pero desde luego es el aprendizaje que yo consideraría más importante de estos últimos cuatro meses de asignatura.

Tanto las píldoras del principio de las clases, como el análisis de la actualidad en nuestras rosas de los vientos, como el libro compartido, como el programa de Música y Realidad Social (que me interesó especialmente), me han servido para llegar a esta conclusión: no es posible (en ocasiones es casi deshonesto) separar economía, sociedad, política, cultura, ciencia… Forman parte de un todo. De un SISTEMA.

Y del blog… qué puedo decir. Al principio no le tenía mucho aprecio, la verdad, pero al final le he terminado cogiendo cariño. Sobre todo porque me ha obligado a escribir, a poner en orden algunos pensamientos que la mayor parte de las veces pasan por el torbellino de mi cabeza sin recibir apenas atención por mi parte.

Es un poco difícil resumir un cuatrimestre en una entrada de blog, así que seguramente me esté dejando cosas por decir.

Así que sin más, hasta otra.

martes, 1 de febrero de 2011

La publicidad y yo

Hace unos días, unas compañeras expusieron su trabajo en clase. Su tema eran los efectos de la publicidad, y dieron datos muy interesantes.

Lo que más me gustó de su exposición fue el énfasis que hicieron en cómo la publicidad apela a los sentimientos, a las emociones, a las sensaciones. Es decir, a aquellas cosas sobre las que no podemos razonar y que, por tanto, no podemos controlar. Y lo hace, especialmente, con las mujeres.

Yo empecé la carrera de Publicidad y Relaciones Públicas, hace ya más de tres años. Cuando lo marqué como opción al hacer la preinscripción de la Universidad tenía una idea de la publicidad que luego resultó no ser cierta.

Pensaba que la publicidad podía utilizarse para hacer pública, conocida, cualquier cosa. Es decir, que podía servir para hacer conocida una videoconsola o una marca de ropa, pero también una iniciativa social, y otras cosas por el estilo. Era joven e ingenua, como muy pronto tuve ocasión de comprobar.

Tal y como está planteada, y tal y como explicaron las compañeras, la publicidad no es un medio para hacer conocido un bien o un servicio. Es un fin en sí mismo. La publicidad no informa sobre bienes y servicios, crea necesidades, y a través de ellas nos moldean. Crea las necesidades propias de un tipo de sujeto, el mismo tipo de sujeto que la sociedad de consumo necesita para funcionar.

Esto es muy sencillo de ver en la forma de tratar a las mujeres en la publicidad. El consumo necesita mujeres inseguras de sí mismas, que necesiten el refuerzo constante de alimentos dietéticos y productos de belleza, que intenten aliviar sus inseguridades comprando zapatos y bolsos nuevos, y un largísimo etcétera.

Pero también necesitan hombres que midan su valía por la marca de su coche, adolescentes que solo se sientan integrados siguiendo una moda concreta, y niños cuya felicidad dependa de tener el juguete último modelo de turno.

En resumen, que atacan por donde saben que no puedes defenderte.  

lunes, 31 de enero de 2011

Economía a tres metros bajo tierra

Varios grupos de trabajo de clase han escogido la economía sumergida como tema para su exposición.

Coincidieron en un dato que me parece muy interesante, y es que la economía sumergida está socialmente aceptada. A pesar de que es irregular, la mayoría de la gente la considera normal.

Yo he participado de la economía sumergida. Desde los 14 años hasta los 20 di clases particulares en diferentes casas. A mi me parecía muy lógico. Quería disponer de mi propio dinero, por motivos que ahora no vienen a cuento, y me busqué algo que hacer por lo que me pagaran, aunque fuera poco, y que pudiera compaginar con los estudios. Francamente, a todo el mundo le pareció de lo más normal. Todas mis amigas lo hacían: Una buzoneaba, otra daba clases como yo, otra ayudaba en la frutería de su padre…

Al contrario de lo que sucede con la evasión fiscal, que por fin empieza a estar mal valorada, en general la gente acepta que otras personas busquen una manera de ganarse la vida en la economía irregular. Estoy hablando de cosas, entre comillas, normales, no hablo de compra-venta de armas ni de tráfico de heroína. Me refiero más bien a alguien que por las tardes limpia casas y cobra en B.

Creo que en parte esta aceptación se debe a que todo el mundo reconoce que hay un gran vacío entre la necesidad de ganarse la vida y la posibilidades legales / regulares de hacerlo. Si una persona está en paro, recibe entre poco y ningún dinero de prestación, y no encuentra un trabajo legal, nadie va a escandalizarse porque haya encontrado algo “para ir tirando”.

El gran inconveniente, a mi parecer, de la economía irregular, no tiene que ver con los ingresos que el Estado deja de percibir por una actividad económica. Tiene que ver con que el que participa de ella trabaja en malas condiciones y ve sus derechos reducidos a la nada. Y tiene que ver, también, con la escasa catadura ética de los que emplean a personas a quienes pueden tratar miserablemente porque saben que no tienen otra cosa para ganarse la vida.

Carta desde el año 2056

Uno de los grupos de trabajo de clase eligió como tema de exposición la crisis del sistema de pensiones español. Como comentario, voy a reproducir una carta de mi yo del futuro.

Estamos a 29 de enero de 2056, y yo, nacida en 1989, voy a jubilarme este agosto, cuando por fin cumpla 67 años. Aun recuerdo la primera vez que tuve un trabajo. Fue durante el verano en que cumplía 14 años, y daba clases a una niña. Todo sumergido, por supuesto, ni contrato ni cotización.

Recuerdo cuando en el año 2011, en plena crisis económica, se reformó el sistema de pensiones. Viéndolo en perspectiva, me doy cuenta de que ya llevaban un tiempo preparando el terreno, metiendo miedo a la generación (la mía) que se iba a quedar sin dinero para la jubilación. Finalmente, la idea de que el sistema de pensiones que teníamos se iba a pique terminó imponiéndose, y la opinión pública (hace exactamente 49 años que me pregunto qué es eso) aceptó que era inviable y había que reformarlo.

Eso no evitó que surgieran voces en contra. En concreto, un catedrático llamado Vicenç Navarro daba dos argumentos que entonces y ahora me parecen interesantes, para rebatir la idea de que el aumento de la esperanza hacía necesario alargar los años de trabajo.

En primer lugar, argumentaba que en España la esperanza de vida había aumentado por la reducción drástica de la mortalidad infantil que había tenido lugar desde los años 70. Es decir, que si la esperanza de vida media había aumentado en 3 años, eso no quería decir que todos los ancianos fueran a vivir tres años más.

Y en segundo lugar, el argumento que más me gustaba entonces y que con más intensidad he experimentado en estos años, que el aumento de la esperanza de vida no tenía por qué suponer un aumento de los años útiles, ni de los años de bienestar. Lo que se alarga con el aumento de la esperanza de vida no son todas las etapas de la misma de forma proporcional, sino la vejez, con sus inconvenientes y achaques.

Recordando aquella época, ahora me acuerdo de algo más. Recuerdo que la reforma de pensiones tuvo lugar en medio de una crisis muy confusa, que se supone que iba a terminar con una refundación del capitalismo pero que en realidad provocó un nuevo embate neoliberal que tiró para atrás de los derechos sociales con el fin de calmar a unos mercados insaciables.

Los jóvenes no quisimos verlo venir, vendimos un trabajo estable, una vivienda digna y una pensión aceptable por ropa de colores, discotecas y la Play Station 3. Ahora ya no somos jóvenes, y ni la ropa ni las discotecas ni las consolas de videojuegos nos compensan por nuestros errores, ni por nuestra pasividad y dejadez.

Han pasado 45 años desde entonces, y desde ese día he visto cosas que no creeríais. Todavía estáis a tiempo de evitarlas, y de defender lo que es vuestro.

viernes, 28 de enero de 2011

Había una vez, en un país muy lejano…

Un grupo de trabajo de clase ha elegido la inmigración como tema para su exposición, y a mí me ha recordado a una historia.

Esta es la historia de una mujer, que abandonó el lugar donde había nacido y crecido para irse a vivir a un lugar desconocido. En el lugar de donde provenía había graves problemas políticos y económicos. La represión política era muy dura, y ella tenía familia en la oposición. Además, la subsistencia era muy difícil.

Así que hizo las maletas y se marchó. Durante el viaje coincidió con un chico que era del mismo sitio que ella, más o menos de su edad, y que también abandonaba su lugar de origen en busca de algo mejor. Cuando llegaron a esa especie de tierra prometida, no les esperaba el paraíso. Por el contrario, les esperaban la pobreza y las dificultades.

Ella encontró trabajo en el servicio doméstico, en casa de unas personas que se aprovechaban de su situación para pagarle miserablemente pero que el mismo tiempo la despreciaban como si aquel lugar no fuera su lugar. Él, tras muchas dificultades debido a su pasado político, consiguió un puesto en un gran taller, haciendo inventarios.

Un tiempo después, se casaron y alquilaron un piso, de unos cuarenta metros cuadrados de superficie. Con el primer hijo, ella dejó de trabajar para poder cuidar del bebé. Después de ese bebé vinieron dos más. En el ínterin, varios primos (tanto de ella como de él) habían decidido seguirles, y utilizaban su casa como residencia provisional. Con la llegada del cuarto (y último) bebé, el piso de cuarenta metros cuadrados pasó a albergar a 8 personas.

Él encontró un trabajo mejor, y pudieron mudarse a una nueva casa. Esta era algo más grande, y estaba en un barrio periférico de reciente construcción. Los primos, familiares y amigos que iban llegando iban encontrando sus propias casas y sus propios trabajos, con ayuda de nuestros dos protagonistas.

Nuestros dos protagonistas no fueron los únicos que tuvieron la idea de emigrar, por el contrario, lo hicieron cientos de miles de personas. Y con su trabajo y su esfuerzo alimentaron a la economía del lugar donde habían decidido asentarse, a pesar de que ese lugar no siempre les trató bien.

Los protagonistas de esta historia no vinieron de Colombia, ni de Marruecos, ni de Rumanía, ni de Nigeria. Los protagonistas vinieron a Madrid desde un pueblo de Ávila, y eran mi abuela y mi abuelo. El cuarto bebé es mi padre.

La migración, tal y como yo la veo, no es una cuestión de nacionalidad. Es una cuestión de clase.

Paradojas del microcrédito

Uno de los grupos de trabajo eligió los microcréditos como tema para su exposición, y aportaron datos muy interesantes sobre su papel en la mejora de la calidad de vida de lo más pobres entre los más pobres.

Yo me lo imagino de la siguiente manera: Me imagino a una mujer de América Latina; una mujer, por ejemplo, de Colombia. Vive en uno de los barrios más pobres de Bogotá. Vive con un hombre (me es indiferente si está casada o no) y tiene dos niños pequeños. Recibe una pequeña cantidad de dinero que le permite abrir una pequeña modistería. Es decir, una tienda de arreglos de ropa. Los ingresos de su tienda le permiten pagar la deuda que ha contraído y, además, mejorar las condiciones de vida de su familia (le permite vestir y alimentar mejor a los niños, comprarles cuadernos para que vayan a la escuela, arreglar unas goteras)…

Eso está muy bien. Es imposible (o al menos a mí me resulta moralmente imposible) negarse, oponerse de alguna manera a que los más pobres mejoren al menos un poco su calidad de vida. Ahora bien, esto no impide que el microcrédito (al igual que otros tipos de endeudamiento pero dulcificando sus matices más depredadores) se me presente como una manera de privatizar la pobreza. Y privatizar la pobreza hace imposible politizarla, convertirla en un problema político con soluciones políticas. Las soluciones (y por tanto las responsabilidades) recaen, una vez más, en los individuos aislados, y no en la estructura.

Otro de los datos que me han llamado la atención, es que parece ser que los microcréditos tienen una tasa de morosidad muy baja. Es decir, que los pobres (y en especial las mujeres pobres) siempre pagan. Así se les suponen, y se les exigen moralmente, unos valores morales más altos que a los que no son pobres. Por una extraña paradoja, a los ricos que pueden pagar se les exige una diligencia moral en el pago menor que la que se exige a los pobres que apenas consiguen salir de la miseria.

Ironías del capitalismo.

miércoles, 26 de enero de 2011

Jóvenes en crisis

Uno de los grupos de trabajo eligió el tema “crisis y juventud” para su exposición.

Me hace mucha gracia pensar que, durante nuestros años de juventud, tanto mis abuelos, como mis padres, como yo, estamos viviendo algún tipo de crisis.

Cuando mis abuelos tenían mi edad (años 30 y 40) estaban en la guerra / en un campo de prisioneros / en la cárcel / en la miseria / pasando hambre en la posguerra, o alguna combinación de las anteriores.

Cuando mis padres tenían mi edad (años 70 y 80), teníamos la crisis del petróleo, la reconversión industrial y un monstruo que iba por las noches a las casas a comerse a los jóvenes. Ese monstruo se llamaba heroína.

Ahora nos toca a nosotros, nuestra generación también tiene su crisis, que en esta ocasión toma forma de paro juvenil, de imposibilidad práctica de acceder a una vivienda digna y sobre todo del terror a ser la primera generación que iba a vivir peor que la de sus padres (teníamos que ser los primeros en algo).

Me da la sensación de que mi familia y yo (y seguramente la mayoría de vuestras familias también) pertenecemos a esa categoría de personas que siempre están en crisis. Quiero decir, que no llegamos a fin de mes ni de coña, pero tampoco llegábamos hace cinco años cuando esto parecía un cuento de hadas (Capitalismo durmiente, o Capitalismo y los siete enanitos).

La cuestión que me hace más gracia es que parece ser que hay una gran categoría de personas que siempre están (estamos) en crisis. Pero curiosamente, no se le empieza a llamar crisis hasta que quiebra un gran banco y empieza a afectar a los que nunca, ni siquiera ahora, están en crisis.

En fin, que las cosas van bien hasta que afectan a los de siempre. Y los demás… pues aquí estamos, en crisis perpetua que solo se llama crisis de vez en cuando.

¿Y eso qué es?

Uno de los grupos de trabajo de clase ha elegido el tema de educación superior y mercado laboral para su exposición, y han hecho especial hincapié en la situación de los titulados en Sociología.

Supongo que, como yo, todos los que estudiamos Sociología vivimos con la sombra de la duda de qué vamos a hacer cuando terminemos nuestros estudios. Y las reacciones de nuestros familiares y amigos no ayudan a aliviar esa incertidumbre.

Cuando le digo a alguien que estudio Sociología, normalmente me dice “¿y eso qué es?”. He intentado contestar a esa pregunta en todas las situaciones imaginables (vecinos en el ascensor, extranjeros de vacaciones, mi abuelita…), y nunca lo he conseguido, al menos de una forma satisfactoria. Y cuando el interlocutor ve que eres incapaz de siquiera definir lo que está estudiando pone una cara muy escéptica y pregunta “¿y eso para qué sirve?” o “¿qué salidas tiene?” (mi abuela, además, añadió “¿por qué no te buscas algo que puedas tener un trabajo normal?”).

Al final terminas dando más o menos una explicación de qué es la sociología y de qué posiciones suelen ocupar los sociólogos. Y entonces viene la tercera pregunta: “¿sois como los psicólogos?”.

Yo empecé la carrera por vocación, por la misma razón por la que sigo aquí después de tres años. Cuando las circunstancias me lo permiten, disfruto con lo que estudiamos. Pero cada vez que alguien me mira con esa cara, mi vocación enflaquece, y mi incertidumbre engorda.

Y entonces es cuando me pregunto, ¿es legítimo que las Universidades se pongan al servicio de las empresas para proporcionarle el tipo de titulados que estas necesitan?

martes, 25 de enero de 2011

Made in China

Varios grupos de trabajo han elegido China como tema para su exposición, centrándose sobre todo en su enorme crecimiento en los últimos años.

El otro día, en un periódico (no recuerdo cuál, aunque seguramente fuera el Público), un columnista ironizaba diciendo, “¿Recordáis aquellos tiempos en los que los chinos solo nos daban miedo si les daba por saltar todos a la vez y desplazaban la órbita de la Tierra?”, para referirse a la desconfianza que inspira en Occidente el despegue del gigante asiático.

¿Alguna vez habéis jugado a China? Es un juego muy simple. Consiste en encontrar productos que no hayan sido fabricados en China, y no valen los productos de alimentación. La etiqueta del pantalón… China. Debajo de los altavoces del equipo de música… China. El cuaderno y el bolígrafo que utilizo en clase… China. Cada artículo no fabricado en China suma puntos. Y el que tiene más puntos al final del juego, gana.

Si en el siglo XIX Inglaterra era “el taller del mundo”, por su desarrollo industrial; después de la Primera Guerra Mundial EEUU era “el banquero del mundo”, por el dinero prestado a los países en guerra; en el siglo XXI China es “la fábrica del mundo”, por el desarrollo de la producción en masa.

Después de siglos de feudalismo, llegó la apertura a Occidente, después llegó la Revolución, el régimen de Mao, y una nueva apertura a Occidente. En la actualidad, China tiene su principal activo en una enorme cantidad de mano de obra muy barata que pueden emplear en la producción en masa, lo que resulta muy rentable para inversores y empresas extranjeras. Además, es el principal acreedor de EEUU.

A lo mejor los chinos todavía pueden ponerse de acuerdo, dar un salto y desplazar la órbita de la Tierra.

¡PRESUPUESTOS MILITARES PARA GASTOS ESCOLARES!*

* cántico típico de las manifestaciones a favor de la educación pública

Uno de los grupos de trabajo ha investigado sobre la industria armamentística, y han hecho aportaciones muy interesantes sobre cómo se financia la industria armamentística y sobre cómo funciona el mercado de las armas a nivel internacional.

El primer dato que me ha llamado la atención ha sido saber que empresas tan conocidas como El Corte Inglés, Caja Madrid o BBVA financian a empresas armamentísticas no solamente dentro de las fronteras del estado español, sino también fuera. Esto quiere decir también fuera de las regulaciones que se aplican en el territorio estatal. En otros países no está prohibida, por ejemplo, la fabricación de bombas racimo.

Resulta sorprendente que nuestras tristes cuentas bancarias de Caja Madrid o BBVA, o el regalo de navidad de la tía Menganita, comprado en El Corte Inglés, financien la producción de algo tan terriblemente destructivo como es una bomba racimo.

El segundo dato que me ha dejado impresionada ha sido las enormes cantidades de dinero que los estados gastan y se embolsan con el comercio de armas. El presupuesto del estado español de I+D en defensa es superior al de sanidad (también lo es el de EEUU), y España ocupa el sexto lugar en la venta de armas. Armas que además se venden a países en conflicto armado o que incumplen los derechos humanos, como Israel o Colombia.

Sun Tzu, en El arte de la guerra, dice:

“La guerra es un asunto de importancia vital para el Estado, es la provincia de la vida y de la muerte, el camino que lleva a la supervivencia o a la aniquilación. Es indispensable estudiarla a fondo. […] La guerra es un asunto serio; da miedo pensar que los hombres pueden emprenderla sin dedicar la reflexión que requiere”.

No creo que la persona que abre una cuenta en BBVA o que compra un regalo en El Corte Inglés haya dedicado una gran reflexión a la financiación de la industria armamentística, sobre todo porque no se le da la oportunidad. Y un estado que gasta más en armamento que en educación o sanidad, tampoco, aunque a este no le falten oportunidades de hacerlo.

Pornografía y capitalismo

Esta es la presentación de nuestro trabajo, que trataba sobre el papel de la pornografía en el sistema capitalista:


PORNOGRAFÍA Y CAPITALISMO

¿Por qué investigar sobre la pornografía? A primera vista ni siquiera parece un tema lo suficientemente serio como para estudiarlo en clase. Para algunos sectores sociales, es incluso un tabú.

La pornografía se puede definir como cualquier forma de expresión que muestre el sexo de manera explícita. Pero esta definición no alcanza para comprender el abanico de matices, vinculaciones e interrelaciones que se abre si se observa este fenómeno con algo más de atención.

En este trabajo hemos intentado dar un enfoque global sobre la pornografía. Esto conlleva aproximarse a ella desde todas las perspectivas, desde todos los puntos de vista posibles, para poder configurar un cuadro inclusivo.

Para ello, a lo largo de los diferentes capítulos se examinan diferentes modos de aproximarse a la pornografía, en tanto que esta tiene relación con cuestiones económicas, culturales, sociales, políticas, legales, morales… Son estas cuestiones, y el papel que la pornografía juega en ellas, las que nos van a permitir construir una definición que vaya más allá de qué es la pornografía, para adentrarse en qué supone la pornografía en el sistema capitalista.

Y es que la pornografía es:
1.      Una mercancía, un negocio y una industria en crecimiento en el marco del sistema económico capitalista.
2.      Un objeto de regulaciones jurídicas y de un intenso debate sobre la legalidad o la ilegalidad de determinadas prácticas sexuales.
3.      Un elemento más en la configuración de las relaciones sociales, en la medida en que las estructura en base a ciertas categorías.
4.      Un objeto de debate moral y político, con posicionamientos a favor y en contra.

Para comprender qué es y qué efectos tiene la pornografía, qué papel juega en el sistema económico mundial, en la vida cotidiana y en la estrecha relación entre ambos, es necesario romper el tabú y aproximarse a la pornografía como un objeto de estudio propio de las ciencias sociales.

domingo, 16 de enero de 2011

Música y marginación social (y VII)

¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este? – Burning



La protagonista de esta canción es una mujer ya madura que rueda de bar en bar en las madrugadas de la ciudad, buscando la atención de los jóvenes y, posiblemente, invitaciones a copas. Es un sujeto marginado porque no encaja dentro del canon convencional de mujer madura que forma un hogar, pero también desentona en los bares que frecuenta, donde la media de edad de los presentes es mucho menor a la suya.


Eleanor Rigby – The Beatles



Eleanor Rigby es una vagabunda que vive en la puerta de una iglesia, y que, completamente desconectada de la realidad, viviendo en un sueño, se dedica a recoger el arroz de las bodas que se celebran en el templo. Ella muere en la iglesia, sola, y el padre McKenzie, párroco, es el único que hace el esfuerzo de cavar una tumba y escribir un sermón para un entierro al que nadie acudirá.


Cross-eyed Mary – Jethro Tull



Cross-eyed, en inglés, significa bizco, lo que convierte el título de la canción en Mary la bizca. Trata de una adolescente de clase baja que se prostituye con hombres mayores para tener un futuro que parece fuera de su alcance. Como curiosidad, cuando se describe a una Mary más pequeña, aparece Aqualung, el protagonista de otra canción de Jethro Tull. Mary era una de las niñas a las que el viejo Aqualung miraba con malas intenciones mientras estaba sentado en un banco, en sus últimas semanas de vida.


Pennyroyal tea – Nirvana



Esta canción, autobiográfica del cantante, trata sobre el doloroso y desesperante proceso de recuperación de un adicto a la heroína, consistente en beber un tipo especial de té (Té Pennyroyal) para aplacar los síntomas de la abstinencia. Con el sistema digestivo destrozado, el dolor físico se mezcla con el insomnio, el agotamiento mental y la sensación de culpabilidad.

miércoles, 5 de enero de 2011

Música y marginación social (VI)

Hurricane – Bob Dylan



El protagonista de esta canción es Rubin Huracán Carter (1937 – actualidad), un boxeador de peso medio afroamericano que fue acusado injustamente, debido a su color de piel, de un triple asesinato cometido en un bar en 1966. A pesar de que uno de los heridos (ya moribundo) y único testigo real del asesinato dijo que Carter no era el asesino, para la policía tuvo más peso el testimonio de Patty Valentine, que ni siquiera estaba presente en el lugar de los hechos (estaba en el piso de arriba) y de los delincuentes comunes Alfred Bello y Arthur Dexter Bradley, que habían entrado a robar al bar. Estos declararon haber visto a un “peso medio” huyendo en un coche, y después identificaron a Carter. La implicación de Bello y Bradley en los hechos nunca estuvo clara. Carter fue condenado, pero se interpuso un recurso y hubo una gran campaña para su liberación (de la cual forma parte esta canción). Tras varios largos juicios, Carter fue puesto en libertad y absuelto en 1988 (22 años después, con 50 años).


Princesa – Joaquín Sabina



El contenido de esta canción es muy similar al de Like a Rolling Stone, o a la vida de Gia Carangi: Una joven agraciada triunfa en el mundo del espectáculo (en este caso, en el mundo de la moda), pero los altibajos de la popularidad la terminan empujando al consumo de drogas y a la vida en la calle. Solo que, en vez de morir de sobredosis como murió la protagonista real de la canción de Bob Dylan, la princesa de la canción de Sabina muere en el asalto fallido a una farmacia.


Lady Madonna – The beatles



Lady Madonna es una madre soltera con muchos hijos, que no tiene trabajo y que pasa por muchas dificultades para alimentar, vestir y dar techo a su prole. No sabía si incluirla en la categoría de marginación, pero luego recordé la película Ladybird, Ladybird, de Ken Loach, y su manera de reflejar cómo los servicios sociales convierten a la protagonista de la película en una parias quitándole la custodia de sus hijos. El trato la mayor parte de las veces degradante que las madres solteras sufren por parte de la asistencia social las convierte en sujetos excluidos.


Summer Road – Krakovia


El vídeo es horroroso, eso hay que advertirlo. Y no tengo las letras, no hay manera de encontrarlas. Bien, dicho esto, esta canción trata sobre una pareja de atracadores que viven en la carretera, de golpe en golpe, durmiendo de día y conduciendo de noche, entrando y saliendo de la cárcel y forjándose una reputación casi de estrellas de cine. Durante la Gran Depresión, los atracadores de bancos gozaron de cierta popularidad, sobre todo en EEUU. Ahí esta el ejemplo de Bonny y Clyde, o el de la banda de Johnny Dillinger.

domingo, 2 de enero de 2011

Música y marginación social (V)

Behind blue eyes – The who



Esta canción tiene múltiples interpretaciones, aunque todas marcadas por el sentimiento de soledad e incomprensión del que se habla en la letra. Algunos dicen que trata sobre la soledad del poderoso. Otros interpretan que el cantante/narrador de la canción es una víctima de abusos sexuales que posteriormente se convierte él mismo en un abusador. Y otros dicen que el protagonista es en realidad un drogadicto. Podría ser cualquiera de los tres.


Qué demasiao – Joaquín Sabina



El protagonista de esta canción es José Joaquín Sánchez Frutos (1963 – 1979), conocido como El Jaro, un famoso delincuente juvenil de finales de la década de los 70. El Jaro era un chico de clase muy baja, que desde muy pequeño lideró su propia banda. Juntos comenzaron a organizar robos y atracos. El Jaro pasó decenas de veces por reformatorios, de los que siempre conseguía fugarse. Dio su último golpe en Madrid; un vecino de la víctima le disparó con una escopeta, y la herida terminó causándole la muerte. Uno de los primeros iconos del cine quinqui, su vida fue llevada a la pantalla en la película Navajeros, de Eloy de la Iglesia.


I don’t like Mondays – The Boomtown Rats



La letra de esta canción parece muy inocente (a nadie le gustan los lunes). Pero no lo es. La protagonista de esta canción es Brenda Ann Spencer (1962 – actualidad). Brenda nació en una familia amante de las armas de San Diego, California. Su padre le regaló un rifle en la Navidad de 1978. El lunes 29 de enero de 1979, Brenda se asomó a la ventana y comenzó a disparar. Mató a dos personas e hirió a nueve (ocho de ellas eran niños). Tras seis horas de sitio, la policía consiguió apresarla. Cuando le preguntaron por qué lo había hecho, Brenda contestó: “No me gustan los lunes”.


Sweet Hitchhiker – Creedence Clearwater Revival



Esta canción habla sobre personas que hacen de la carretera un modo de vida, los autoestopistas. Aunque el autostop no es muy común en las carreteras españolas, en EEUU es frecuente (sobre todo en los años 60 – 70, cuando fue escrita esta canción). Los autoestopistas se desvían de la norma al no establecerse nunca en un solo lugar; en su viaje constante, están cerca de la invisibilidad.