lunes, 31 de enero de 2011

Carta desde el año 2056

Uno de los grupos de trabajo de clase eligió como tema de exposición la crisis del sistema de pensiones español. Como comentario, voy a reproducir una carta de mi yo del futuro.

Estamos a 29 de enero de 2056, y yo, nacida en 1989, voy a jubilarme este agosto, cuando por fin cumpla 67 años. Aun recuerdo la primera vez que tuve un trabajo. Fue durante el verano en que cumplía 14 años, y daba clases a una niña. Todo sumergido, por supuesto, ni contrato ni cotización.

Recuerdo cuando en el año 2011, en plena crisis económica, se reformó el sistema de pensiones. Viéndolo en perspectiva, me doy cuenta de que ya llevaban un tiempo preparando el terreno, metiendo miedo a la generación (la mía) que se iba a quedar sin dinero para la jubilación. Finalmente, la idea de que el sistema de pensiones que teníamos se iba a pique terminó imponiéndose, y la opinión pública (hace exactamente 49 años que me pregunto qué es eso) aceptó que era inviable y había que reformarlo.

Eso no evitó que surgieran voces en contra. En concreto, un catedrático llamado Vicenç Navarro daba dos argumentos que entonces y ahora me parecen interesantes, para rebatir la idea de que el aumento de la esperanza hacía necesario alargar los años de trabajo.

En primer lugar, argumentaba que en España la esperanza de vida había aumentado por la reducción drástica de la mortalidad infantil que había tenido lugar desde los años 70. Es decir, que si la esperanza de vida media había aumentado en 3 años, eso no quería decir que todos los ancianos fueran a vivir tres años más.

Y en segundo lugar, el argumento que más me gustaba entonces y que con más intensidad he experimentado en estos años, que el aumento de la esperanza de vida no tenía por qué suponer un aumento de los años útiles, ni de los años de bienestar. Lo que se alarga con el aumento de la esperanza de vida no son todas las etapas de la misma de forma proporcional, sino la vejez, con sus inconvenientes y achaques.

Recordando aquella época, ahora me acuerdo de algo más. Recuerdo que la reforma de pensiones tuvo lugar en medio de una crisis muy confusa, que se supone que iba a terminar con una refundación del capitalismo pero que en realidad provocó un nuevo embate neoliberal que tiró para atrás de los derechos sociales con el fin de calmar a unos mercados insaciables.

Los jóvenes no quisimos verlo venir, vendimos un trabajo estable, una vivienda digna y una pensión aceptable por ropa de colores, discotecas y la Play Station 3. Ahora ya no somos jóvenes, y ni la ropa ni las discotecas ni las consolas de videojuegos nos compensan por nuestros errores, ni por nuestra pasividad y dejadez.

Han pasado 45 años desde entonces, y desde ese día he visto cosas que no creeríais. Todavía estáis a tiempo de evitarlas, y de defender lo que es vuestro.

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