viernes, 28 de enero de 2011

Había una vez, en un país muy lejano…

Un grupo de trabajo de clase ha elegido la inmigración como tema para su exposición, y a mí me ha recordado a una historia.

Esta es la historia de una mujer, que abandonó el lugar donde había nacido y crecido para irse a vivir a un lugar desconocido. En el lugar de donde provenía había graves problemas políticos y económicos. La represión política era muy dura, y ella tenía familia en la oposición. Además, la subsistencia era muy difícil.

Así que hizo las maletas y se marchó. Durante el viaje coincidió con un chico que era del mismo sitio que ella, más o menos de su edad, y que también abandonaba su lugar de origen en busca de algo mejor. Cuando llegaron a esa especie de tierra prometida, no les esperaba el paraíso. Por el contrario, les esperaban la pobreza y las dificultades.

Ella encontró trabajo en el servicio doméstico, en casa de unas personas que se aprovechaban de su situación para pagarle miserablemente pero que el mismo tiempo la despreciaban como si aquel lugar no fuera su lugar. Él, tras muchas dificultades debido a su pasado político, consiguió un puesto en un gran taller, haciendo inventarios.

Un tiempo después, se casaron y alquilaron un piso, de unos cuarenta metros cuadrados de superficie. Con el primer hijo, ella dejó de trabajar para poder cuidar del bebé. Después de ese bebé vinieron dos más. En el ínterin, varios primos (tanto de ella como de él) habían decidido seguirles, y utilizaban su casa como residencia provisional. Con la llegada del cuarto (y último) bebé, el piso de cuarenta metros cuadrados pasó a albergar a 8 personas.

Él encontró un trabajo mejor, y pudieron mudarse a una nueva casa. Esta era algo más grande, y estaba en un barrio periférico de reciente construcción. Los primos, familiares y amigos que iban llegando iban encontrando sus propias casas y sus propios trabajos, con ayuda de nuestros dos protagonistas.

Nuestros dos protagonistas no fueron los únicos que tuvieron la idea de emigrar, por el contrario, lo hicieron cientos de miles de personas. Y con su trabajo y su esfuerzo alimentaron a la economía del lugar donde habían decidido asentarse, a pesar de que ese lugar no siempre les trató bien.

Los protagonistas de esta historia no vinieron de Colombia, ni de Marruecos, ni de Rumanía, ni de Nigeria. Los protagonistas vinieron a Madrid desde un pueblo de Ávila, y eran mi abuela y mi abuelo. El cuarto bebé es mi padre.

La migración, tal y como yo la veo, no es una cuestión de nacionalidad. Es una cuestión de clase.

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